- Debido a la importancia que conserva este texto publicado en un diario de circulación nacional lo transcribimos y publicamos para honrar un años más al extinto candidato del PRI a la presidencia de México, Luis Donaldo Colosio Murrieta, ultimado a balazos en el cubil de Lomas Taurinas en Tijuana, durante un acto de campaña.
Escribe: Agustín Basave
Este sábado se cumplen 30 años del asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta. Con ese motivo, y por iniciativa de Rafael Medina, la Editorial Aguilar acaba de reeditar el libro Las cartas de Colosio, que reúne la correspondencia que de joven sostuvo con su padre, don Luis Colosio, y que muestra los prolegómenos candorosos de un hombre de bien. El prólogo es otra carta, esta de Luis Donaldo Colosio Riojas a sus hijos. A mí me pidieron un prefacio y, ya entrado en ánimos epistolares, decidí escribir una carta a mi extrañado jefe y amigo para “pasarnos en limpio”, como solía decir mi compadre Germán Dehesa. Y es que cuando trabajé con Donaldo, hace más de tres décadas, adquirí la costumbre de redactar notas sobre asuntos de trabajo apremiantes que no podían esperar a nuestro próximo acuerdo para dejárselas por la noche en su casa de San Ángel. Al día siguiente, generalmente, me telefoneaba para responder punto por punto. De modo que en esta oportunidad, a guisa de culminación de aquel diálogo, tecleé unas líneas contándole lo que ha pasado desde que nos dejó. Transcribo aquí el final de ese texto:
“El mundo se ha vuelto loco, Donaldo. La gente está enojada y se gesta la era de la ira bajo un ominoso sello “Post”: post democracia, post verdad, post racionalidad. Pero aún hay espacio —de hecho ese espacio es hoy más necesario que nunca— para la fe en el futuro que surge de las charlas inteligentes entre los buenos amigos. Y muy pocos he tenido con tus buenas entrañas, con tu bonhomía, con tu generosidad. Nos faltó mucho tiempo para charlar, carajo. Nos quedó corta la convivencia. Habría querido decirte tantas cosas, preguntarte tantas más. Fíjate qué curioso, a menudo imaginaba cómo sería el fin de tu sexenio, pensaba en la camaradería que conservaríamos después del desgaste del poder. Y nada, que no pudimos experimentarlo. A ti te arrebataron la vida y a mí me dejaron sin aire. A la fecha respiro hondo, especialmente en marzo, para recordar lo que fue y para imaginar lo que no pudo ser. Pero aquí tengo la memoria y la imaginación, y por ahí anda Donaldo II para evocarte. De pronto volteo a ver la legión de bípedos implumes que prevalecieron y sonrío con esa mueca de gozo y pena que es la melancolía. ¡Ah, de lo que se perdieron esos pobres diablos! ¡Ni idea tienen! Mira que no han tenido piedad con México. Allá ellos. Yo, en todo caso, me quedo con lo mejor de tu tiempo, con tus ganas de persistir y de salvar a esta patria nuestra, con tu franqueza y tu honestidad. Eso, el alma buena, la bonhomía juvenil y el candor filial que se desprenden en las cartas que le escribiste a tu padre y que contiene esta obra, no pudieron quitártelo. Lo dije antes y lo reitero ahora: te dispararon a la cabeza pero, aunque lo intentaron, no pudieron darte en el corazón. Ahí permaneció todo lo bueno que traías contigo, y ahí sigue latente la esperanza de forjar un México que sacie su hambre y su sed de justicia”.
Aquí no voy a hablar de política; ya lo he hecho y lo seguiré haciendo en entrevistas. Quiero dedicar este artículo a recordar al ser humano a quien en unos días visitaré en su primera y última morada, Magdalena de Quino. Que este aniversario sirva para combatir el olvido. Una sociedad de memoria corta es una sociedad de recaídas largas.
Fuente: https://www.milenio.com/opinion/agustin-basave/el-cajon-del-filoneismo/las-cartas-de-colosio